Relatos: No dudes
No dudes
Cuando subió al vagón de metro, la Felicidad vio que los asientos en los que siempre se sentaba estaban ocupados. Identificó rápidamente a sus ocupantes. Ahí estaban la Crisis, la Desilusión, la Tristeza y el Miedo. Mirando a su alrededor, reconoció a la Alegría que estaba de pie, con el ceño fruncido y sin apartar la mirada de los asientos.
- Nos han quitado el sitio –le dijo a la Felicidad.
La Felicidad empezó a preocuparse. Aquello no le gustaba. Sin embargo, vio subir al vagón el revisor. Su intuición le llevó a acercarse a él para denunciar que aquellos cuatro no tenían billete. No lo sabía con certeza, pero no se podía esperar buena conducta de aquellos cuatro. Por suerte, la Esperanza, animada por la denuncia de la Felicidad, se acercó al revisor y confirmó que les había visto saltar la máquina de validar la tarjeta de transporte público. El revisor se dirigió a ellos y les pidió los billetes. No tenían. Les pidió que o bien pagaran o se bajaran en la siguiente parada. La Desilusión, la Tristeza y el Miedo sacaron los billeteros, pero la Crisis dijo algo que provocó un largo silencio del revisor, a lo que se giró y se fue y los demás guardaron de nuevo las billeteras en los bolsillos, riéndose y chocándose las manos como los raperos.
- ¡Oiga, oiga! ¿No piensa hacer nada? –Le dijo la Alegría al revisor.
- Es que la Crisis me ha dicho que la siguiente parada es la de ellos.
- ¡Pero eso es lo que dice siempre! ¡No se da cuenta que luego se queda todo el trayecto!
- No lo sé… –dijo el revisor.
- Pero habrá que hacer algo -dijo la Decisión que había estado escuchando.
- No lo sé -volvió a repetir el revisor.
La Felicidad miró la chapa en la chaqueta del revisor donde ponía su nombre. Sr. Duda.
Cuando subió al vagón de metro, la Felicidad vio que los asientos en los que siempre se sentaba estaban ocupados. Identificó rápidamente a sus ocupantes. Ahí estaban la Crisis, la Desilusión, la Tristeza y el Miedo. Mirando a su alrededor, reconoció a la Alegría que estaba de pie, con el ceño fruncido y sin apartar la mirada de los asientos.
- Nos han quitado el sitio –le dijo a la Felicidad.
La Felicidad empezó a preocuparse. Aquello no le gustaba. Sin embargo, vio subir al vagón el revisor. Su intuición le llevó a acercarse a él para denunciar que aquellos cuatro no tenían billete. No lo sabía con certeza, pero no se podía esperar buena conducta de aquellos cuatro. Por suerte, la Esperanza, animada por la denuncia de la Felicidad, se acercó al revisor y confirmó que les había visto saltar la máquina de validar la tarjeta de transporte público. El revisor se dirigió a ellos y les pidió los billetes. No tenían. Les pidió que o bien pagaran o se bajaran en la siguiente parada. La Desilusión, la Tristeza y el Miedo sacaron los billeteros, pero la Crisis dijo algo que provocó un largo silencio del revisor, a lo que se giró y se fue y los demás guardaron de nuevo las billeteras en los bolsillos, riéndose y chocándose las manos como los raperos.
- ¡Oiga, oiga! ¿No piensa hacer nada? –Le dijo la Alegría al revisor.
- Es que la Crisis me ha dicho que la siguiente parada es la de ellos.
- ¡Pero eso es lo que dice siempre! ¡No se da cuenta que luego se queda todo el trayecto!
- No lo sé… –dijo el revisor.
- Pero habrá que hacer algo -dijo la Decisión que había estado escuchando.
- No lo sé -volvió a repetir el revisor.
La Felicidad miró la chapa en la chaqueta del revisor donde ponía su nombre. Sr. Duda.
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