Relato corto: Dejarlo
Dejarlo
“Es fácil”, te dicen unos. “Todo es proponérselo”, comentan otros. Seguramente tengan razón, pero no consigo romper esa atadura que supone el placer de fumar ciertos cigarrillos en ciertas ocasiones. Ahora todo es más difícil. No se puede fumar en ningún bar y restaurante. ¿O tendría que decir más fácil?
Este año será el definitivo, sin embargo para ello necesito algún tipo de ayuda. Camino por la calle Balmes, meditando sobre las técnicas que podría utilizar para dejar de fumar: reducir el consumo poco a poco, utilizar parches, chicles, cigarros de mentira.
De repente, mi atención se centra en un cartel colgado en el escaparate de una librería: “¿Quieres dejar de fumar? Nuestro sistema de Hipnosis te permitirá en diez sesiones dejar de fumar”. ¿Hipnosis? El único concepto que tengo de la hipnosis es de esos magos que aparecen por la tele hipnotizando alguien del público haciéndoles pasar por animales o colocándolos horizontalmente entre dos sillas para luego sentarse encima del cuerpo rígido. Tras meditarlo unos segundos decido probarlo.
Acudo a la sesión de hipnosis nervioso y asustado. Eso de dejar mi inconsciencia en manos de un desconocido no me gusta mucho. Es como decirle a tu vecino que te lave la ropa interior. La terapia dura treinta minutos y al abrir los ojos no recuerdo nada de lo ocurrido. Según me dice el hipnotizador todo ha ido bien. Le creeré.
Han pasado cinco semanas y sus cinco sesiones de hipnosis. Realmente el sistema funciona. No fumo ni un cigarro e incluso no tengo el deseo de hacerlo, tan solo los viernes y sábados noche, pero me ha dicho el hipnotizador que eso se irá en la sesión siete y en la ocho desaparece la relación café-cigarro.
Hoy es mi última sesión y puedo afirmar que funciona. Ya no fumo ni un cigarro y no tengo ninguna necesidad de ello. No me apetece fumar en ninguna situación. Genial. Viva Freud y el inconsciente.
Ya han pasado seis meses y no he fumado nada. Sin embargo continuo yendo al hipnotizador. Dos veces a la semana. Y hoy le diré que aumentemos a tres visitas. No puedo evitarlo. Sobre todo al tomar el café o cuando salgo de fiesta o después de hacer el amor, pienso en la hipnosis y siento la imperiosa necesidad de acudir a la consulta del hipnotizador.
Lo reconozco, estoy enganchado al hipnosis. Creía que podía controlarlo, pero no.
“Es fácil”, te dicen unos. “Todo es proponérselo”, comentan otros. Seguramente tengan razón. De repente veo un cartel pegado en el escaparate de una panadería. “¿Quieres dejar el hipnosis? Nuestro sistema de Hipnosis te permitirá en diez sesiones dejar la hipnosis”. Probaré.
Daniel Jerez Torns
Foto de Rodrigo Cartagena Armijo (http://www.flickr.com/photos/daidaros/494425910/)
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