La Ciudad de los Conceptos 6/53: la Sonrisa

Debe vigilar su brillo o de lo contrario será visto. "Tu poder es demasiado fuerte. Si te acercas mucho, deslumbrarás a los humanos y no podrás actuar". Esas palabras resonaban en su mente. Hacía ya mucho tiempo, miles de años, que le fueron entregadas sus normas.
El cielo gris ensombrece los rostros. La ciudad no transmite humanidad. 
"Demasiado trabajo", piensa. Así es. Los Soldados Sombríos parecen ganar terreno en esta batalla. 
Sin embargo, un Guardián de la Llama jamás se da por vencido.
Entra en el metro, antes de que se cierren las puertas. La imagen que se le presenta ante él, le deja sin aliento. Aquel rictus de la boca se repetía en cada uno de los rostros.
Empezó a avanzar entre los pasajeros, extendiendo la mano para acariciar los rostros. Un instante era suficiente. Ellos no podían apreciar el brillo que les transmitía. Justo en aquel instante, sus caras emitían la misma brillantez que la suya. Tan solo él podía verlo. ¿O no? Según había oído, el ser humano era capaz de detectar algo en su acción.
Acabó de recorrer el vagón. Satisfecho, vio su reflejo en la ventana. Su piel emitía destellos luminosos. Sus ojos verdes y su pelo negro azabache cincelaban una belleza sin igual. Vestía un traje de un azul fuerte.
Se giró para mirar a los pasajeros. Eran los mismos, pero diferentes. 
Sus labios estaban relajados. Su nombre aparecía en cada uno de ellos. 
Él, la Sonrisa, luchaba por compartir su brillo. Ellos no podían verlo, pero ahora todo el vagón parecía resplandecer como si un ejercito de luciérnagas se hubiera colado dentro. 
Las puertas se abrieron. La Sonrisa bajó al andén. Vio todos aquellos rostros y suspiró.
"A trabajar".

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