El mes: Enero
Enero, el mes que da inicio un año. Es como si estuvieras en lo alto de una gran montaña rusa y estuvieras a punto de caer en picado. Enero es ese momento en que la vagoneta está a punto de llevarte a un sinfín de cabriolas que supondrán tus experiencias (positivas y negativas) durante el año.
La primera semana es el fin de las vacaciones de navidad y luego el inicio de los proyectos, promesas y deberes.
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Es el mes de las rebajas, de la cuesta, de los números, de los coleccionables absurdos en el quiosco, de las matrículas en los gimnasios y de los tímidos incrementos de luz solar en el día.
Enero nos recuerda que queda todo un año por delante lleno de sorpresas, pero que no debemos olvidar los errores cometidos en el año anterior.
Pasa rápido, veloz, supongo por aquello de que la primera semana todavía va asociada a festividad navideña y las siguientes tienes esa sensación de arranque.
Enero es el primero, el inicio, alfa. Aquí, nuestros suelos todavía no han tomado forma, tan solo son un concepto abstracto del que esperamos despertar satisfechos.
Su etimología:
El antiguo calendario romano tenía diez meses, desde marzo hasta diciembre,
seis de treinta días y cuatro de 31 días, lo que daba un total de 304, más un
lapso invernal de unos sesenta días durante el cual no se registraba la fecha.
Según la tradición, el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, estableció en el
siglo VIII a. de C. los meses de enero y febrero.
Enero –en latín, Januarius–, con 31 días, fue creado en homenaje al dios
Jano, representado con dos caras, que regía las entradas y los comienzos, y
pasó a ser el primer mes del año, desplazando a marzo. Se cree que la medida
haya obedecido al hecho de que los cónsules se elegían en enero.
En bajo latín hispánico se llamó janairo, luego en lengua romance janero
y finalmente enero. En portugués se asentó janeiro, en inglés january,
en francés janvier, en italiano gennaio.
Fuente: elcastellano.org
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