Entrevista a Juan Ramón Biedma


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JuanRamón Biedma nace en Sevilla, estudia Derecho, y se dedica durante años a la gestión de emergencias, actividad que ha compartido con la de locutor de radio, guionista, crítico musical y cinematográfico, así como con la colaboración en diversas publicaciones y antologías.

El manuscrito de Dios (Ediciones B, 2005), supone su debut en el campo de la novela, iniciando una trayectoria que se vería continuada con El espejo del monstruo (Ediciones B, 2006) -lectura obligatoria en la facultad de medicina de México- y El imán y la brújula (Ediciones B, 2006). Sus siguientes trabajos fueron El efecto Transilvania (Roca Editorial, 2008) y la novela gráfica Riven. La ciudad observatorio (Ediciones B, 2009). En junio del 2010 publica El humo en la botella (Salto de Página) y en febrero del 2011 aparece Antirresurrección (Ediciones Dolmen)




 Al escribir, ¿Papel u ordenador?

Ordenador siempre, excepto algunas notas puntuales; sin la ayuda de la informática, mi obra sería tal como es, pero quizás no hubiere llegado aún a donde estoy.


¿Todo planificado, estructurado, pensado o dejando libertad a la improvisación?

Concibo casi por completo la novela –en mi mente, en exhaustivas síntesis- antes de escribir ni una sola palabra, aunque dejo cierto margen de cambio, válvulas de seguridad contra el aburrimiento.

¿Un lugar concreto para escribir o cualquier sitio es bueno?

Cualquier sitio sirve para tener una idea valiosa, hasta los más descabellados, pero esas ideas siempre pueden esperar a que llegue a mi despacho para que las incorpore a donde corresponde.


¿Con música o en silencio?

Con música, en todo momento. Cada novela es un corpus musical distinto con sus propios músicos y estilos que terminan formando parte de la narración.


¿En cualquier momento o a una hora determinada del día?

A partir de mediodía, incrementando el ritmo, hasta primeras horas de la madrugada, porque en algún momento hay que cortar.


¿Qué aparece primero en la inspiración: la historia o los personajes?

Un elemento determina al otro, le da y le resta forma, así que suelen ir surgiendo de forma más o menos consecutiva, siempre dirigidos a convertirse en un todo común.


Qué presenta más complicaciones, ¿Primera o tercera persona como narrador?

No se trata de la complejidad del tratamiento sino de encontrar el punto de vista más adecuado para la trama que tienes entre manos.


Para describir correctamente una época es necesaria una fase de documentación. ¿Cómo la valoras?

El proceso de formación y documentación es sustancial en la obra y a menudo se convierte en una fase lenta, difícil, exhaustiva, casi interminable. Pero sus resultados siempre deben ir subordinados a los intereses de la narración. Es tan importante documentarse como olvidar lo aprendido una vez asimilado lo necesario.


¿Alguna manía, superstición, fetiche al escribir?

Si se puede considerar como tal, antes de escribir tengo la manía de relajarme unos minutos, una especie de vaciado antes de meterme en situación.


Hay actores que dicen que nunca se ven las películas que hacen. En tu caso, una vez publicada la novela, ¿la lees como un lector más?

Jamás, a no ser que deba hacerlo debido a una reedición, por ejemplo. Ni siquiera suelo hablar de ellas, a no ser que me entrevisten o pregunten los lectores. Siempre estoy abocado a mi siguiente historia.


¿Cambiarías algo de tus libros ya publicados? ¿Algún detalle, alguna frase, algún personaje?

Si me pusiera a ello, estoy seguro de que intentaría mejorar lo escrito, y me embarcaría en un empresa que podría llevarme a cambiar radicalmente la obra. Por eso mejor no pensar en los errores irremediables.


Para leer, ¿libro en papel o electrónico?

Me compré un e-reader pero reconozco que únicamente recurro a él para leer obras que no están a mi alcance en formato papel.
¿Proyectos?
He terminado una novela que se desarrolla en el mundo del teatro de 1930, una intriga en el Madrid de los tres últimos días de la dictadura de Primo de Rivera.

Un libro para llevar a una isla desierta

La obra de algún novelista sin interés, de Donna León por ejemplo. Así siempre me quedaría un novela por leer.


Muchas gracias Juan Ramón!

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